Si hace siete años me hubieran
preguntado si quería tener hijos… hubiera pensado la respuesta… pero hoy puedo
decir que ser mamá ha sido la más bendita de mis experiencias.
Si me preguntan ¿Qué sentiste
cuando te dijeron que estabas embarazada?
Les digo honestamente que sentí una alegría indescriptible pero a la vez
el más profundo de los miedos… porque tenía en mente que el ser madre soltera
no era nada fácil, pero ahora puedo decir que gracias a Dios no ha sido
difícil… y más bien ha sido una gran
bendición y felicidad… aunque debo confesar que hubo momentos en que la incertidumbre
asomaba… pero el sentir sus primeros
movimientos en mi vientre… nació junto con ellos una energía desbordante que me
llenó de fuerza y donde sin duda alguna no hubo sitio para tristezas.
Cuando escuche el primer llanto
de mi niña le agradecí tanto a Dios por esa bendición y en ese momento prometí
que jamás me separaría de ella y que la cuidaría con todo mí ser.
Confesaré que esta promesa en
un tiempo se tornó muy difícil de
cumplir … en aquellos tiempos radicaba en otra ciudad, un día llegó de mi
trabajo una sorpresiva notificación de
traslado casi inmediato a la ciudad de Lima.
En ese momento sólo lloraba desconsoladamente porque implicaba dejar a
mi pequeña por tiempo indefinido hasta establecerme… y a pesar de recibir el apoyo incondicional de mis padres ya que la
dejaría con ellos, igual no podía con mi dolor.
Salí un día caminar para poder
pensar y es así que pasé por una iglesia y entré a buscar el consuelo y la
fuerza que mi alma necesitaba y de pronto me encontraba ante los pies del Señor
Cautivo de Ayabaca y nació de lo más profundo de mi ser el más sincero de los
ruegos: “Señor, yo me he alejado de ti
hace mucho tiempo pero tú que todo lo sabes… conoces del gran amor
hacia mi hija, si este cambio es para bien de ella, que se haga tu voluntad, sólo
dame la fuerza que necesito” y así fue que llegué sola a Lima, con el alma
destrozada pero con unas ganas de luchar para pronto tener a mi niña junto a
mí.
Ese camino fue el más duro y
difícil de mi vida pero reconozco que gracias a ello comencé a ir a misa cada
domingo a buscar consuelo. Al sentarme
frente al altar mis lágrimas siempre brotaban porque no me sentía digna de
pedirle nada por haber estado alejada tanto tiempo de El… pero Jesús que es tan
bueno y misericordioso me permitió acercarme nuevamente y confié sin límites todas mis angustias y
así El me brindo cada día las fuerzas necesarias para continuar con mi lucha,
nunca dejó que estuviera sola, ni que me sienta derrotada. Gracias a Él… en menos de seis meses pude
traer a mi hija a Lima y no solo a ella… a mis padres también.
Hoy le agradezco a Dios tantas
bendiciones… como el beso de mi hija cada mañana, el sentir sus abrazos tan
intensos, el vivir con mis padres, y sobre todo el de tener la certeza que Él
siempre está con nosotros y que nos ama infinitamente.
Hola; tu hijita es tu bendicion y sobretodo tu fuerza, y se que nuestro Señor Jesus siempre nos acompaña el sabe por que nos pasa cositas. Y de eso aprendemos; sigue adelante se que vas a lograr muchos exitos en tu vida por que eres una gran persona. TE FELICITO POR TU FUERZA
ResponderEliminarMuy bonita historia..la fortaleza q nos da Cristo a traves de la oracion, no tiene limites...exitos y Bendiciones!!!!
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