Suena el
despertador 6:30am, “Oh! No, qué frío, quiero dormir un poco más!”.
Segundo tono de alarma 6:45am, “Uhmm, no quiero pararme!”.
Tercer tono de alarma 7:00am, “Rayos! Voy a llegar tarde”.
Empieza el correteo: la ducha, la ropa, el desayuno..y escucho una vocecilla “Mami, atún”. Sobándose los ojos y con los pies descalzos entrando a la cocina, “Faltabas tú! Nooooo!! Te vas a enfermar!!”.
Uniforme,
lavada de cara, desayuno, “Ya estamos, vámonos!”.
En la puerta de casa,
empezamos las acrobacias: mochila, lonchera, cartera y refrigerio, y,
de la mano restante al nido!!, “Adiós pequeño..sí Miss mañana más
temprano”.
Tráfico del mal de por medio y llegamos al trabajo.
Llega la
noche, previas maromas por fin en casa. Agotada, con la paciencia al
límite y ganas de llorar, escucho una voz suave que me dicta “Gordita,
vamos a respirar, este día ha sido agotador, pero mira el angelito que
tenemos aquí”.
En el día a día él ha sido mi
esposo, mi compañero, mi modelo de comprensión y de malabarismo
profesional. Contribuyendo de manera esencial en la mamá que soy ahora y
seré en el futuro.
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